‘HELICOBACTER PYLORI’: TODO LO QUE DEBES SABER

Helicobacter pylori es una bacteria que, generalmente, no causa síntomas a las personas que están infectadas con ella. Sin embargo, en algunos casos puede causar úlceras en el revestimiento del estómago o los intestinos. Si estas no se tratan adecuadamente y se mantienen en el tiempo, va aumentando el riesgo de padecer cáncer de estómago. Por eso, es importante conocer a este microorganismo que, según algunos estudios, puede llegar a estar presente en la mitad de la población.

Eso sí, no es igual de frecuente en todo el mundo. Se considera que es más común en lugares en los que es habitual vivir en condiciones de hacinamiento o en el que consuman agua y alimentos sin tratar adecuadamente. No obstante, cualquiera se puede contagiar. De hecho, el agua y la comida contaminados no son las únicas fuentes de contagio. También puede contagiarse la bacteria por el contacto con saliva o heces de personas infectadas. Suele ocurrir en la infancia y muchas personas no llegan a saber nunca que tuvieron a Helicobacter pylori en su organismo. Otras, en cambio, pueden pasar muchísimo tiempo lidiando con ella.

Y es que, generalmente, basta con el tratamiento con antibióticos. Pero, como ocurre con otras bacterias, Helicobacter pylori ya está empezando a desarrollar resistencias que, a la larga, pueden ser muy peligrosas.

¿Cuáles son los síntomas de la infección por Helicobacter pylori?

Como ya hemos visto, el contagio con Helicobacter pylori puede ser totalmente asintomático. Tanto, que algunas personas nunca llegan a saber que han estado infectadas.

Por lo general, solo suelen darse síntomas cuando aparecen lo que se conocen como úlceras pépticas. Estas son llagas abiertas en el revestimiento del estómago o el intestino delgado, especialmente en la sección del duodeno.

En ese caso, los síntomas más comunes son ardor y dolor de estómago que se da más intensamente cuando este está vacío, náuseas, hinchazón y eructos frecuentes. También es común la pérdida de peso y apetito. Finalmente, en casos graves, puede detectarse sangrado en las heces y el vómito, así como un dolor de estómago muchísimo más intenso.

Se trata con antibióticos siempre que se pueda

Helicobacter pylori es una bacteria y, como tal, se trata con antibióticos. No obstante, hay un problema, pues en los últimos años se han empezado a detectar muchos casos de resistencias a estos fármacos.

Todos hemos escuchado hablar de resistencias a los antibióticos últimamente. Hay quien ya las califica como la gran pandemia del siglo XXI y no es para menos. Desde que Alexander Fleming descubrió la penicilina en 1928, los antibióticos han salvado millones de vidas.

Sin embargo, el mal uso que hemos hecho de ellos ha llevado a que algunas bacterias se vuelvan resistentes. Para entender a qué se deben estas resistencias podemos visualizar a los antibióticos como un ejército que se enfrenta a las bacterias. Si este realiza su trabajo con eficacia, acabará con ellas. Si no, puede que mate a algunas, pero otras quedarán con vida y ya se sabrán los trucos del ejército para terminar con ellas. Eso les permite estar preparadas para el próximo encuentro, hasta el punto de que los antibióticos no sirvan para nada.

Si usamos un antibiótico cuando no hay una infección bacteriana, estamos promoviendo las resistencias, pues si hay alguna bacteria en el organismo que realmente no estuviese causando una infección puede sobrevivir y aprender los trucos para cuando realmente haga falta el antibiótico. Ocurre lo mismo si usamos menos tiempo del debido el antibiótico. En ese caso, no terminarán de aniquilarse las bacterias y también podrán hacerse resistentes.

Por si fuese poco, las bacterias tienen la capacidad de intercambiar genes mediante un mecanismo conocido como conjugación. Este es muy sencillo. Dos bacterias entran en contacto y se abre entre ellas una especie de canal por el que pueden pasar genes de una a otra. Así, una bacteria inocua que tuviese genes de resistencia a antibióticos puede pasarlos a otra que sea patógena.

Todo esto está llevando a que, poco a poco, los antibióticos sean cada vez menos eficaces. Si una bacteria es resistente a un antibiótico, se puede probar con otros. Pero ya empieza a haber bacterias resistentes a todos los antibióticos y eso es una verdadera pesadilla sanitaria

En el caso de Helicobacter pylori, se suele tratar con algo conocido como triple tratamiento. Este consiste en el uso de dos antibióticos, que suelen ser amoxicilina, metronidazol o claritromicina, y un inhibidor de la bomba de protones. Este último, que suele contener sales de bismuto, bloquea la producción de ácido en el estómago, evitando que sigan avanzando las úlceras.

Desgraciadamente, en los últimos años la triple terapia está perdiendo eficacia, precisamente por la resistencia a los antibióticos de Helicobacter pylori. Por eso, se debe hacer un seguimiento y, si no hay éxito, explorar otras alternativas.

La unión hace la fuerza

Se ha visto que Helicobacter pylori tiene la capacidad de formar biolfilms. Estos son una especie de tapices formados por la unión de muchas bacterias, de manera que se vuelven mucho más resistentes y persistentes en el ambiente.

En el caso H. pylori, se ha visto que puede formar los biofilms tanto en el ambiente, en el agua por ejemplo, como en la mucosa gástrica. Eso les confiere una gran supervivencia que, unida a las resistencias a los antibióticos, complica su tratamiento.

¿Cómo se diagnostica Helicobacter pylori?

Existen muchas formas de detectar Helicobacter pylori. Por ejemplo, se puede hacer un test de anticuerpos en sangre. No obstante, esto no es lo más eficaz, ya que indica la presencia de una infección actual o pasada. Es decir, no se puede confirmar que aún esté en el organismo.

En cambio, sí que se pueden detectar los antígenos asociados a la bacteria en las heces. Eso indica que aún se está dando la infección. En heces también se puede hacer una PCR, que permite detectar el material genético de Helicobacter pylori. Esta opción es muy útil, ya que también ayuda a detectar sus posibles genes de resistencia a antibióticos, de modo que se pueda decidir cuál es el tratamiento más adecuado.

Finalmente, se puede realizar una biopsia por endoscopia o, mucho menos invasiva, una prueba de aliento. Para llevar esta a cabo el paciente debe tomar primero un líquido que contiene moléculas de carbono marcadas. Si el líquido entra en contacto con la bacteria, se liberarán las moléculas de carbono, que podrán detectarse en el aliento del paciente.

En definitiva, son muchas las pruebas que permiten detectar esta infección. Generalmente, se suelen realizar a personas con síntomas. No obstante, en países en los que es muy habitual esta infección bacteriana, se pueden hacer cribados en personas sin síntomas. Sea como sea, si tienes dudas al respecto o cualquier molestia digestiva que te preocupe, siempre debes consultar a un profesional sanitario.

 

Azucena Martín Sevilla, Licenciada en Biotecnología

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

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