EL MAPA DEL MICROBIOMA QUE PODRÍA AYUDAR A COMPRENDER MEJOR EL CÁNCER
Suele decirse que, cuando estemos solos, pensemos en todos los microbios que viven con nosotros. Y lo cierto es que, si lo vemos así, estamos más que acompañados. En nuestro interior hay miles de millones de bacterias, virus y hongos. De hecho, se calcula que, aproximadamente, por cada célula en nuestro organismo, tenemos una bacteria. Es más, también estamos acompañados de animales como los Demodex, una especie de arácnidos que viven en nuestra cara, alimentándose de la grasa que emana de los folículos pilosos. Pero dejemos eso a un lado y volvamos a la microbiota. Este es el conjunto de microorganismos que viven en nuestro organismo y que no tienen por qué ser necesariamente malos.
Muchos de ellos son necesarios para ayudarnos a llevar a cabo algunas funciones del organismo, como la digestión, o incluso para combatir esos otros microorganismos que sí son perjudiciales. Básicamente, ponemos a las bacterias a pelearse entre ellas.
Ahora bien, debemos tener en cuenta que conocer la proporción de esos microorganismos, tanto buenos como malos, puede darnos mucha información sobre nuestra salud. Por ejemplo, recientemente un equipo de científicos de la Universidad de California-San Diego, publicó el mapa del micobioma más extenso que se ha realizado hasta la fecha. Ojo, que la palabra no tiene una errata. No se trata del microbioma, sino del micobioma. Es decir, solo los hongos que viven con nosotros. Resulta que, si nos fijamos en su proporción, se pueden establecer relaciones muy interesantes con diferentes tipos de cáncer, así como con la edad a la que se desarrollan. Aún no están claras las causas; pero, si llegaran a establecerse, podría ser útil tanto en la prevención como en el tratamiento de estos tumores.
No confundas microbiota con microbioma (y mucho menos con micobioma)
“Microbiota” y “microbioma” son dos palabras que a veces se intercambian, casi como si fuesen sinónimos. Sin embargo, no es lo mismo, y es importante tener claras las diferencias.
De hecho, son diferencias muy sencillas, ya que básicamente la distinción es que la microbiota hace referencia a la población de microorganismos que viven en nuestro organismo, mientras que el microbioma se refiere a su material genético. Es decir, el microbioma es el genoma de nuestra microbiota. Y el micobioma es sola y exclusivamente el de los hongos.
Vale la pena usar una palabra solo para las poblaciones de hongos, pues en realidad tenemos muchos conviviendo con nosotros. Estos son microorganismos eucariotas. Es decir, se asemejan a las células humanas más que a las bacterias. Pero, aun así, también pueden ser beneficiosos o causantes de enfermedades, como ellas. O simplemente no hacer nada.
A grandes rasgos, hay de dos tipos. Por un lado, los hongos ambientales, como las levaduras o el moho, que no suelen causar daños a personas con un sistema inmunitario competente. Y, por otro, los microbios comensales. Estos pueden causar beneficios, como los que mejoran la salud intestinal. Pero también pueden provocar enfermedades. La importancia, como en casi todo en la vida, está en el equilibrio.
Hongos y cáncer
Cuando hablamos de microbioma, micobioma incluido, lo primero que nos viene a la mente es el sistema digestivo. Sin embargo, los seres humanos tenemos microorganismos viviendo en todo nuestro organismo. Por ejemplo, podemos encontrarlos en la piel, donde actúan como barrera frente a la entrada de otros microbios patógenos, o en la boca, donde pueden causar problemas como la caries, pero también proteger la salud bucodental. De nuevo, todo depende del equilibrio.
Con los hongos pasa lo mismo. Pero es cierto que no se han estudiado tanto como las bacterias o incluso los virus que viven en nuestro organismo. Por eso, el equipo antes mencionado de científicos quiso realizar un mapa del microbioma centrado en los hongos y, a su vez, buscar relaciones entre este y el cáncer.
Para ello, tomaron 17.401 muestras tejidos, sangre y plasma de pacientes con 35 tipos de cáncer en cuatro cohortes independientes. De este modo, vieron que los diferentes tipos de hongos se podían agrupar en base al cáncer o la edad de los pacientes.
Por ejemplo, vieron una especie de hongos muy abundantes en muestras de pacientes con cáncer de mama. Pero solo si eran mayores de 50 años. Además, observaron otra especie que predominaba en personas con cáncer de pulmón. Incluso se vieron relaciones con hábitos como el tabaquismo.
Pero eso no es todo. También analizaron el bacterioma y el inmunoma. Es decir, la porción del microbioma correspondiente a las bacterias y los genes asociados a proteínas del sistema inmunitario. De este modo, pudieron ver que, en algunos casos, su relación con los hongos, en vez de ser competitiva, era permisiva, por lo que, en vez de evitar que los hongos proliferaran, por algún motivo en ciertos tipos de cáncer se les dejaba vía libre.
No es lo mismo casualidad que causalidad
En ciencia, se suele repetir a menudo que no es lo mismo casualidad que causalidad. Es decir, cuando se encuentran relaciones entre dos factores, como ocurre con el cáncer y los hongos en este caso, puede ser una simple casualidad o, al contrario, que haya una explicación. Una causa.
Esto es algo que se ve muy bien con un ejemplo. Y es que, curiosamente, existe una correlación entre el número de películas estrenadas por Nicolas Cage en un año y los ahogamientos acaecidos en piscinas en esa misma época. Lógicamente, no tiene nada que ver. Por lo que se trata de casualidad. Pero a bote pronto podría parecernos que hay una causalidad si no investigamos la situación.
Ese es el motivo por el que estos científicos ahora deben buscar la explicación a esa relación entre los desequilibrios específicos del micobioma y el desarrollo de ciertos tipos de cáncer. Y eso podría ser de mucha utilidad; ya que, más allá del tipo de cáncer, la edad o el tabaquismo, también se han encontrado relaciones con otros factores como, por ejemplo, la respuesta a la inmunoterapia o las medias de supervivencia. Poder modificar estos factores a través de la gestión de las poblaciones de hongos podría ser muy útil. Pero para eso aún hay mucho que investigar.
Autor: Azucena Martín Sevilla, Licenciada en Biotecnología