LOS PACIENTES CON VIH PODRÍAN VIVIR EN UN JET LAG PERPETUO
La mayoría de personas que hayan realizado algún viaje transoceánico saben lo que es experimentar un jet lag. Esa terrible sensación de cansancio, irritabilidad, insomnio e incluso problemas estomacales es el resultado de atravesar en muy poco tiempo varios husos horarios. Por suerte, se suele regular rápido y en unos pocos días todo vuelve a la normalidad. Salvo para las personas con VIH. Y es que, según un estudio publicado en noviembre de 2022, estos pacientes pueden vivir con un jet lag constante, sin necesidad de viajar a ningún sitio.
En dicho estudio, se centraron en la población de la provincia sudafricana de Mpumalanga. Allí, el virus del VIH se considera endémico y 1 de cada 4 personas convive con él. Además, Sudáfrica se considera el país con la cuarta tasa de prevalencia de esta enfermedad más alta de todo el mundo. Por lo tanto, es un buen lugar para realizar este tipo de estudios.
Se concluyó que las personas con el VIH a menudo tienen un desajuste en sus ritmos circadianos, similar a un jet lag permanente. ¿Pero qué es eso de los ritmos circadianos? Y, sobre todo, ¿cómo puede afectar a la salud que se desajusten?
Ritmos circadianos: el reloj biológico de nuestro cuerpo
Antes de hablar del caso del VIH, debemos entender qué son los ritmos circadianos.
Los humanos, así como otros seres vivos, tenemos algunas funciones fisiológicas que se rigen por unos ciclos periódicos, de 24 horas de duración, que se conocen como ritmos circadianos. Estas funciones van desde los patrones cerebrales hasta la regeneración celular. Sin embargo, la más conocida, y con la que se entiende mejor cómo funcionan estos ritmos, es el sueño.
En todo caso, siempre están controlados por una estructura cerebral conocida como núcleo supraquiasmático. Allí, se regula la síntesis de una hormona, llamada melatonina, utilizando como indicador la luz que llega al cerebro tras atravesar los ojos.
De este modo, cuando llega mucha luz, la síntesis de melatonina se inhibe, mientras que en oscuridad se sintetiza en mayor cantidad. En el caso del sueño, la melatonina es la que indica a nuestro organismo que ha llegado la hora de dormir. Esta es precisamente la razón por la que a menudo se toma melatonina en píldoras para tratar el insomnio. Si, por algún motivo, nuestro cerebro no tiene bastante, tendremos que dársela nosotros. De ahí las pastillas.
¿Qué pasa si se desajustan los ritmos circadianos?
El sueño, así como el resto de funciones reguladas por ritmos circadianos, obedece a los patrones de luz y oscuridad de un día. Por eso, lo lógico es echarse a dormir por la noche y mantenerse activo durante el día, ya que son los momentos en los que son naturales el sueño y la vigilia, respectivamente.
Ahora bien, hay fenómenos que pueden alterar estos ritmos. Por ejemplo, las personas que trabajan en turnos de noche, a menudo se muestran cansados, irritados o desorientados. Esto se debe a que alteran sus ritmos circadianos y, dicho muy metafóricamente, vuelven loco al cerebro.
Ocurre algo parecido también con la luz artificial. Hemos visto que lo que estimula o inhibe la síntesis de melatonina es la luz que penetra a través de los ojos. Por eso, si durante la noche estamos en un entorno muy iluminado, será más difícil dormir. Además, se ha comprobado que la luz que más inhibe la síntesis de melatonina es la que tiene un componente más azulado. Como la típica de los cuartos de baño o los fluorescentes de la cocina. O también la de las pantallas de los dispositivos electrónicos. Por eso, exponernos durante mucho tiempo por la noche a ese tipo de luz puede dificultarnos el sueño y, de nuevo, producir confusión y malestar. Lo mejor es que antes de ir a la cama tengamos una luz tenue y lo más cálida posible.
Además, cabe destacar que algunos estudios señalan que el desajuste de los ritmos circadianos puede acarrear mucho más que insomnio o irritabilidad. Por ejemplo, podría aumentar la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiometabólicas o algunos tipos de cáncer.
El caso del jet lag
Al contrario que el trabajo por turnos o la exposición constante a luz artificial, el jet lag es algo puntual, pero también puede ser muy molesto.
Se produce en los vuelos transoceánicos, cuando pasamos en muy poco tiempo por varios usos horarios. Es decir, puede que salgamos de casa de día y, cuando lleguemos a nuestro destino, 11 horas después, siga siendo de día, por el cambio horario. Esto altera el ritmo circadiano, ya que no se ha generado el patrón normal de luz y oscuridad.
Como consecuencia, se producen síntomas molestos, aunque, por suerte, suelen desaparecer entre dos y cuatro días después. ¿Pero qué pasaría si viviésemos en un jet lag constante? Esto les pasa en cierto modo a los trabajadores de las líneas aéreas. Pero mucho más a los pacientes de VIH.
El VIH y el reloj biológico
En el estudio llevado a cabo en Sudáfrica participaron 187 personas, con edades comprendidas entre los 45 y los 93 años. A todos se les hizo una prueba llamada actigrafía, dirigida analizar la calidad de su sueño. Pero, además, se midieron sus niveles plasmáticos de melatonina. Concretamente, los niveles cuando los voluntarios se exponían a una luz tenue.
Así, vieron que las personas con VIH comenzaban a liberar melatonina más tarde. Esto indica un retraso en la fase circadiana. Es decir, que empezarían a dormir más tarde. Pero, por otro lado, se vio que se despertaban antes.
Como resultado, comparando los niveles de melatonina de personas con y sin VIH, se vio que el virus retrasaría el reloj circadiano una hora de media. Esto afecta al sueño, pero también al resto de ritmos fisiológicos que siguen estos patrones.
Según explicaron en un comunicado los autores del estudio, esto explicaría por qué las personas con VIH, incluso si tiene el virus bajo control, tienen una mayor probabilidad de desarrollar problemas de salud como ciertos trastornos cardiovasculares, metabólicos y psiquiátricos. Además, pueden tener problemas para dormir, derivados de ese jet lag constante.
Se debe estudiar más
Esta investigación se llevó a cabo solo en Sudáfrica, con personas mayores de 45 años. Por eso, sus autores quieren repetir el procedimiento en otros lugares del mundo, con un mayor número de participantes e incluyendo a pacientes más jóvenes.
Así, se podrán hacer una idea más realista de la magnitud del problema. Aun así, y a falta de ese segundo estudio, parece bastante claro que el VIH produce un molesto jet lag perpetuo para el cual no hace falta coger ningún avión. Bien visto, ni siquiera es necesario salir de casa.
Azucena Martín Sevilla, Licenciada en Biotecnología