LA VITAMINA D: UN ARMA MÁS EN LA LUCHA CONTRA LA COVID-19
No son pocas las ocasiones en las que se ha oído hablar en los diferentes medios de comunicación sobre la vitamina D y sus funciones como “protectora del sistema inmunitario”. Esta noticia no es un descubrimiento del todo reciente, pero cobra especial relevancia en la situación de pandemia que tiene en jaque al mundo a causa del SARS-CoV-2 y sus incontables variantes. Se ha extendido la idea de que los suplementos de vitamina D protegen frente a la COVID-19. Esta afirmación, si bien es cierta, debe ser contextualizada.
Tipos de vitamina D
Primero conviene aclarar que no hay solamente una vitamina D. A la que habitualmente se atribuye este nombre es la forma activa, la 1,25 deshidroxicolecalciferol (1,25(OH)2D, Ergocalciferol o Calcitriol). Esta es la que interviene tanto en el metabolismo óseo (absorción de calcio) como en la modulación del sistema inmunitario, entre otras funciones. Por su parte, la vitamina D3, es decir, la 25(OH)D o Colecalciferol, es menos activa, pero de gran interés clínico por ser la forma circulante en sangre y la escogida para determinar los niveles de vitamina D en analíticas de rutina.
La forma activa de la vitamina D se produce por mediación del hígado y el riñón a partir de los diferentes precursores (vitamina D3 y vitamina D2). Estos a su vez proceden bien de fuentes externas (alimentos o suplementos) o por síntesis endógena. Esta última se produce mediante la estimulación por la radiación ultravioleta solar del precursor de la vitamina D3 (Pre-D3) presente en la piel y convirtiéndolo en vitamina D3(Colecalciferol o 25(OH)D), precursora a su vez de la forma activa (1,25(OH)2D).
Suplementos de vitamina D
Por una parte, y como ya se habló en este Blog, antes de ingerir ningún tipo de suplemento vitamínico ha de evaluarse si existe déficit mediante la correspondiente analítica. Si no hay ningún tipo de carencia la suplementación no supondrá ningún beneficio añadido para ninguna de las funciones de las vitaminas. Es más, un exceso acarrearía serios problemas por hipervitaminosis.
Respecto a la vitamina D, las analíticas rutinarias están poniendo de manifiesto cada vez más que la población general presenta déficit de esta. Ello es debido a que las formas de vitamina D inactivas son insuficientes, tanto por carencias nutricionales, como por una escasa exposición a la luz solar. Los factores que influyen en la incidencia de luz solar y, por ende, en la síntesis de vitamina D son: la estación del año, la situación geográfica o latitud, el clima (climas nubosos influyen negativamente), hora del día, tiempo de exposición y el uso de protección solar.
La activación del precursor de la vitamina D3 en la piel requiere que la piel esté expuesta al sol libremente, pero no conviene olvidar que un exceso de exposición solar predispone al desarrollo de melanoma y para prevenirlo se recomienda usar protector solar. El inconveniente de ello es disminuir la síntesis de vitamina D3 endógena (precursora de la vitamina D activa).
En España no habría problema respecto a las horas solares, latitud, etc., pero los hábitos adquiridos de minimizar la exposición excesiva al sol para prevenir el melanoma han disminuido esta síntesis. Pero, en contra de la creencia general, unos minutos al día son suficientes para conseguir sintetizar la vitamina D suficiente a través de la activación de su precursor en la piel.
Por tanto, hay que hallar el equilibrio entre protegerse del sol y no tener carencias de vitamina D, valorándose la suplementación en caso de necesidad.
Vitamina D y COVID-19
Se han llevado a cabo varios estudios enfocados a relacionar los niveles de vitamina D y la gravedad de la COVID-19, a destacar los del Hospital del Mar de Barcelona y el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC). En ellos se monitorizó la evolución de pacientes ingresados por COVID-19 que partían de un estado de deficitario de vitamina D en el momento del ingreso y que fueron suplementados con calcifediol y comparando con sus semejantes sin suplementar. La evidencia fue una notable mejoría y disminución de ingresos en UCI para los pacientes suplementados frente a los que no lo fueron.
En la misma línea, estudios como los revisados y publicados en la revista Nutrients, han evidenciado la relación inversa entre el riesgo de mortalidad por COVID-19 y los niveles de vitamina D (25-OH). A priori esto no sorprende, puesto que ya es bien conocida la función de la vitamina D como reguladora del sistema inmunitario. Pero sí ha contribuido a pensar que incrementar los niveles de 25-OH vitamina D a través de la suplementación mejoraría el pronóstico de los afectados por COVID-19. Pero ¿cuándo? ¿Siempre o únicamente cuando hay déficit de la vitamina?
Como ya se ha expuesto, los estudios únicamente han puesto de manifiesto esas mejorías al suplementar con vitamina D en enfermos graves de COVID-19 que tenían carencia de la misma (valores inferiores a 50 ng/mL de 25-OH vitamina D en sangre). Por contra, aún no se ha podido asegurar que la relación inversa entre los niveles de vitamina D y la gravedad de la infección exista también si dichos niveles se encuentran dentro de los rangos normales.
Vitamina D para prevenir la infección por SARS-CoV-2 o que esta sea grave
En conclusión, hay evidencias suficientes que correlacionan el déficit de vitamina D con casos graves de COVID-19. Algo esperado dada la función moduladora que ya es conocida de esta hormona/vitamina. Lo que no se puede asegurar aún es que la vitamina D prevenga la infección o mitigue sus efectos si no hay déficit de ella.
Por tanto, lo que se propone desde las diferentes instituciones sanitarias es controlar mediante analíticas de rutina los niveles de vitaminas y, en caso de déficit, que sea el facultativo de atención primaria el que prescriba la dosis necesaria de vitamina para normalizar sus niveles. Así, que el sistema inmunitario estará en óptimas condiciones tanto para minimizar la probabilidad de contagio como de infección con evolución grave.
Autor: Ángela M. Martín Sevilla, Licenciada en Biología.
REFERENCIAS:
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